Gardel en la noche

#Francisco Marzioni
5 min readMay 15, 2022

--

En mi ciudad, la pequeña Rafaela, hay un lugar donde tocó Carlos Gardel. En aquel entonces era un cine y teatro llamado Colón. Desde hace unos veinte años hay ahí una panadería. Cuenta la leyenda que fue en ese teatro donde Gardel y Razzano hicieron su último show antes de separarse. Esa historia se contaba cuando yo era chico, hasta que un día pusieron una placa de bronce en la puerta de la panadería que da fe del relato.

Se hace referencia a este hecho también en la película “Cuando Maradona conoció a Gardel”, opera prima de Rodolfo Pagliere escrita por Alejandro Dolina, en la que aambos íconos de la argentinidad se conocen en un mundo paralelo. La película la vi cuando era adolescente y me pareció extraña y hermosa, una de esas cosas que hay que ver sí o sí pero que no se puede compartir con nadie: si decís que es mala quedás como un salame, si decís que es buena quedás como un loco. El tema es que Dolina sitúa en Rafaela la locación de un pacto con el diablo que habría realizado Gardel, lo que habría provocado el alejamiento con su guitarrista. Luego de ese show, y esa separación, a Gardel le llegaría paulatinamente pero sin pausa, la fama mundial, el reconocimiento y la muerte.

Nadie en Rafaela prestaba mucha atención al hecho de que Gardel había cantado en la ciudad, y mucho menos que la fecha había sido tan significativa. Pero un día, cuando trabajaba en uno de los diarios locales, me pasan una llamada de un lector. Quería avisarnos que se estaba por demoler una zapatería situada a pocos metros del viejo teatro donde había tocado Gardel. El dueño de la zapatería, el señor Yudicello, quería hacer una serie de reformas que destruirían todo rastro de un antiguo hotel que había estado allí antes y que recibió a los primeros inmigrantes de la ciudad, que se convirtieron en algunos de los fundadores de la cultura del pueblo. El lector llamaba esperando que hagamos una nota sobre el tema. Interesado en el asunto, le pregunté si Gardel podría haberse alojado allí. Me aseguró que sí, que el hotel había funcionado con gran éxito hasta los años ´50. El director del diario, cuando le propuse hacer el artículo, me dijo que Yudicello jamás había puesto publicidad en el diario y no debía ser mencionado en sus páginas, por lo que nunca escribí nada sobre el tema.

Un tiempo después conversábamos con mi amigo Pablo Cattaneo y me contó que la Terminal de Ómnibus de la ciudad, en los años en que se realizó el recital de Gardel-Razanno -alrededor de 1925, si mal no recuerdo- estaba a una cuadra del teatro, donde hoy todavía existe el primer edificio construído en la ciudad, llamado “Sancor” por una razón que nunca llegué a conocer. En aquel entonces la terminal tenía dos plataformas y recibía apenas una línea diaria que llegaba desde Santa Fe y otra más esporádica desde Buenos Aires. Pablo calculaba también tenía el dato de que existía un solo taxi en la ciudad. Imaginábamos a Gardel y a Razzano llegando en el colectivo desde Buenos Aires y subiéndose al único taxi para hacer tres cuadras hasta el hotel Las Colonias (creo que se llamaba así), donde les dieron un cuarto un poco herrumbrado. Por la noche, tocarían en el teatro y volverían caminando algunos metros hasta su alojamiento, y en esa misma pieza -que en esos días del año 2008 estaba siendo demolida- tendrían uan discusión que sellaría para siempre la historia del zorzal de Buenos Aires y de toda la música argentina y el tango del mundo.

Durante mi juventud pasé muchas noches caminando por esas cuadras. las noches solitarias son hermosas en esa zona, que tiene calles empedradas, fachadas de los años treinta, una imprenta de diario funcionando toda la noche, y algunos locales con la luz apagada. A la madrugada el aire es liviano y, si se mira con atención, pueden verse los fantasmas viejos ir y venir, traslúcidos por la exagerada iluminación pública. Justo en el medio de la cuadra, entre el hotel y el teatro, hay una pizarra, que es propiedad del diario, de paño negro en el que se enganchan letras de plástico blanco. Antes de irse, los que hacen los avisos clasificados ponen en la pizarra los nombres y datos de las personas que murieron durante el día en la ciudad, una tradición que pueblerina que tiene varias décadas y que terminará, supongo, cuando el diario cierre definitivamente. Una de esas noches en que estaba pensando en Gardel, Razzano, su show, los pactos con el diablo, los hoteles y las demoliciones, pasé enfrente de la pizarra. Era invierno y el frío era el único habiatnte de la calle. Y vi los nombres: Carlos Gardel, José Razzano. Sus fechas de nacimiento y, donde debían estar los correspondientes años de sus muertes, había un signo de pregunta. Extrañado, presintiendo algo, me acerco hasta la esquina y observo hacia la panadería La Ensaimada, donde todavía puede notarse parte de la fachada del viejo Cine Colón. Una música salía de su ventana de arriba iluminada. Me acerqué y traté de identificar la melodía, el canto, los instrumentos. Lionel Ritchie decía “Say you, say me”, acompañado por una guitarra baja y suave colchón de teclados.

Los panaderos trabajan a la madrugada y estaban escuchando Aspen 102. Volví hacia la pizarra y los nombres habían desaparecido, cambiados por otros que no conocía, como casi siempre. Me fui pensando que La Ensaimada es una panadería de lujo fundada por el primo del escritor Abelardo Castillo. Traté de encontrar algún significado a eso, o alguna relación con lo que había pasado, pero no se me ocurrió nada.

--

--